La memoria rota o la ley del silencio 8 enero 2018 – Publicado en: Reseña – Etiquetas: , , , , ,

Antecedida por un hermoso poema de Zahra Hasnaui, un pequeño prólogo de Luisa Sánchez que nos anuncia la verdad venenosa que significa el desierto («porque una vez lo pisas, jamás desaparece de tu vida») y un prefacio donde se nos presenta a dos de las protagonistas de este «tratado» sobre la amistad, La memoria rota de Antònia Pons Valldosera es mucho más que una novela que nos sitúa ante uno de los lamentables episodios de nuestra historia reciente.

Reconstruir la memoria no es tarea fácil. Son numerosos los factores que definen cada instante del pasado, diversos los episodios dolorosos que tratamos de olvidar, contados los instantes felices que la distancia hace aún más dichosos por pura necesidad, y «los recuerdos vienen sin llamar, se meten en el corazón y siguen doliendo, como una herida abierta».

Esa herida abierta que continúa siendo, tantos años después de promesas sin cumplir, el Sáhara es la que se denuncia en este libro, la verdadera protagonista de un texto a la vez duro y poético que su autora, mujer comprometida con la causa, sabedora de cómo se desenvuelve la vida en los campamentos de Tindouf (lugar donde se sitúa parte de la acción, la del regreso al recuerdo, a una parte feliz de la existencia de Helena y su hija Mariam y a su propia conciencia solidaria), ha querido regalarnos, para que esa dolorosa realidad forme también parte de nuestra memoria, no tanto para que nos avergoncemos y nos atrevamos a intervenir, sino para que amemos como ella ese ancho horizonte que para muchos constituye la esperanza de un hogar.

No es, sin embargo, esta obra un grito panfletario, ni siquiera una petición de socorro. Si acaso un homenaje a tantos hombres y mujeres invisibles que convivieron durante un tiempo bajo techos contiguos, compartieron el té y el olor de lebjur sobre los colores vivos de las alfombras; un modo de vida retratado con pericia y orgullo, con sencillez y respeto, por alguien tan acreditado como Antònia, que conoce y quiere a ese pueblo hermano que vive en condición de refugiado perpetuo y con vagas perspectivas de regirse alguna vez por sí mismo.

Pero la autora es consciente de que ninguna historia tiene una sola cara. La realidad es compleja, poliédrica. Intervienen en ella muchos factores, en ocasiones antagónicos. Los intereses (casi siempre económicos, aunque suene así de miserable y/o nos resulte triste reconocerlo) se imponen con una lógica distinta a la de la razón y el sentimiento; ese que nos habla de la pertenencia a un lugar, a una raza, a una familia.

Por eso la narración se nos entrega desde la perspectiva de distintas voces, distintos puntos de vista y distintas formas (cartas, palabras pronunciadas en el sueño y en la conciencia…) para mostrarnos momentos distintos de este encuentro de dos mujeres muy diferentes unidas por las circunstancias, primero en El Aaiún, cuando este aún se definía como protectorado de España y se debatía su suerte sin la participación de quienes debían haber sido los verdaderos protagonistas; luego en un presente en el que el acogimiento de Zeiba durante un verano y la visita posterior a su casa remueven asuntos oscuros, como la desaparición de Carlos, el marido de Helena, cuya verdad intuida se reconoce al fin para cerrar una de las muchas heridas abiertas en este libro.

Elaborada, pues, como un hábil rompecabezas, esta primera novela de Antònia Pons se erige como obra imprescindible para recordar esa parte de nuestra historia que algunos pretenden relegar al olvido, a la que se ha impuesto sin ambages la ley del silencio. Por vergonzosa, por falta de interés. Porque muestra la (ir)responsabilidad ante unos hechos sin solución que siguen pesando silenciosos en las fisuras agrietadas de nuestra memoria.

Elena Marqués