Descripción
La historia de Días extravagantes sorprende desde el principio por su deslocalización; la autora no define un lugar tangible, sitúa al lector y a su protagonista en un escenario alucinado, una campana de cristal donde lo más importante es atrapar los pensamientos y tomar notas para no perderse.
Ella —que hasta ahora ha deambulado por mundos dispares, el real y el onírico, confundiendo las escenas que presencia con sus deseos, sus recuerdos o sus pesadillas—, ahora necesita centrarse. ¿Qué hace en este espacio hermético y cómo ha llegado a él? Algo terrible, al que no puede ponerle nombre, ha ocurrido, algo que la transporta a un universo incomprensible y violento. Una máquina de escribir domina su encierro como única arma para defenderse, y escribe todo lo que pasa por su cabeza para identificar al horror de ese hecho que ha transformado su existencia. Alguien le dijo alguna vez que sólo nombrando los problemas, se acercaría a su solución